viernes, 27 de febrero de 2009

Reflexiones de Hans Castorp

Dos jornadas de viaje alejan al hombre -y con mucha más razón al joven cuyas débiles raíces no han profundizado aún en la existencia- de su universo cotidiano, de todo lo que él consideraba sus deberes, intereses, preocupaciones y esperanzas. El espacio que, girando y huyendo, se interpone entre él y su punto de procedencia, desarrolla fuerzas y determina transformaciones interiores que se cree reservadas al tiempo. Hora tras hora, el espacio determina transformaciones interiores muy semejantes a las que provoca el tiempo, pero de alguna manera las supera.

Al igual que el tiempo, el espacio trae consigo el olvido; aunque lo hace desprendiendo a la persona humana de sus contingencias para transportarla a un estado de libertad originario. El tiempo, según se dice, es es Leteo. Pero también el aire de la distancia es un brebaje semejante, y si bien su efecto es menos radical, es en cambio mucho más rápido.

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