sábado, 6 de septiembre de 2008

Moby Dick - Herman Melville

Acabo de leerme este "clásico de la literatura", y he de confesar que me ha defraudado por no cumplir las expectativas que tenía del mismo. El argumento del libro es muy bueno, pero se podría haber escrito la misma historia en 150 páginas, en lugar de las 650 que tiene.

Y es que de repente el autor mete capítulos que no tienen ningún vínculo con lo que está pasando en ese momento, tales como: "Comparación entre la cabeza del cachalote y la de la ballena franca" o "Los cuadros que se han pintado sobre las ballenas". EStos capítulos copan más de la mitad del libro, provocando que apenas haya acción y sea todo muy estático.

Además para entender bien el libro hace falta tener al lado el Viejo Testamento, porque hay más de un centenar de referencias al mismo, sin que te explique de que va la historia, se limita a darte la cita, como por ejemplo: "Corintios 15, 37-43". De hecho el capitán del barco y protagonista del libro se llama Ahab, homónimo bíblico de un rey que se rebeló contra Dios.

4 comentarios:

Sergio dijo...

Uf, que duro

Ido dijo...

a mi me gusta la música que hace el nieto

Anónimo dijo...

Yo le pido a Moby-Dick 500 páginas más, no menos... ¿Por qué esa manía de querer que todo sea más breve, dure menos, sea más "menos"? ¿Eh? Hay que hacerse del tiempo, enfrentar una obra única (la primera novela "moderna" de los EUA: Melville es el abuelo de Kafka, Borges y Pinchon), entrar un poco en la biografía del autor (los críticos del siglo XIX también le pidieron 500 páginas menos: o en todo caso que el libro costara un quinto menos de su precio), y disfrutar... ¿Cuántos de nosotros estamos al tanto hoy de lo que implicaba la caza de la ballena (y también de la "Ballena")? Los capítulos I y XXXII son de lo mejor que cualquiera pueda leer.

Txap dijo...

Existen diferentes maneras de informar y enseñar al lector sobre un tema en el relato de un libro.

Una de las maneras más amenas es la que utiliza Arturo Pérez Reverte en sus relatos para introducir al lector en el Siglo de Oro y en darnos nociones sobre navegación.

Otra manera es la que emplea Thomas Mann para diseccionar los temas más importantes de su época, a través de las experiencias del protagonista.

Pero hacer como Melville, que corta la narración para hablar de manera impersonal y fuera de la acción que se está desarrollando sobre temas de la pesca de la ballena resulta muy pesado.